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¿No se duerme más? Reflexiones sobre el sueño infantil

En esta oportunidad, la Doula y Puericultora, Lali Zurzolo, escribe en su columna de opinión sobre el sueño infantil.

El sueño en la primera infancia es uno de los temas más recurrentes en el consultorio de una puericultora. Muchas familias llegan preocupadas, agotadas y buscando soluciones para los despertares nocturnos de sus bebés. Pero antes de profundizar en el abordaje de este tema, es fundamental destacar que cualquier consulta sobre el descanso debe comenzar con una evaluación médica por parte del pediatra, quien descartará posibles patologías o alteraciones fisiológicas que puedan estar afectando el sueño del niño.

El sueño infantil: un proceso evolutivo

Una de las ideas más importantes a comprender es que el sueño no es algo que se “enseña” ni se “entrena”; es un proceso evolutivo que va madurando con el tiempo. Al igual que la lactancia a libre demanda o el control de esfínteres, el sueño tiene su propia fisiología y su ritmo natural. Los bebés nacen con solo dos fases de sueño: la vigilia y el sueño activo. A medida que crecen, van incorporando más fases hasta alcanzar la madurez completa, que en promedio ocurre entre los seis y siete años de vida.

Es fundamental recordar que los despertares nocturnos son una parte normal y funcional del sueño infantil. Los bebés no solo despiertan porque tienen hambre o necesitan consuelo, sino también como un mecanismo de supervivencia, que les ayuda a regular su sistema neurológico y prevenir riesgos como por ejemplo, la muerte súbita del lactante. La evidencia científica, incluyendo investigaciones de UNICEF y la OMS, sostiene que estos despertares son esenciales para el desarrollo del cerebro y no deben ser vistos como problemas, sino como oportunidades para fortalecer el vínculo entre las familias y sus hijos.

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El impacto del estrés y la importancia de la respuesta oportuna

Dejar llorar a un bebé para “enseñarle” a dormir tiene efectos negativos comprobados. Cuando los bebés lloran sin recibir consuelo, sus cuerpos liberan cortisol, una hormona del estrés que, en niveles elevados, puede tener un impacto neurotóxico en el cerebro en desarrollo. Estudios en neurociencia infantil, como los publicados en Frontiers in Neuroscience, han demostrado que el estrés crónico en la primera infancia afecta áreas clave del cerebro como el hipocampo y la corteza prefrontal, responsables de la memoria, el aprendizaje y la regulación emocional.

Por otro lado, responder rápidamente al llanto del bebé no solo alivia su malestar, sino que también refuerza su sensación de seguridad y apego. El consuelo y la contención durante los despertares nocturnos ayudan a construir una relación de confianza que promueve un desarrollo emocional saludable.

¿Qué pasa con los lactantes y la lactancia?

La lactancia materna, lejos de ser solo alimento, desempeña un papel clave en el sueño de los lactantes. La leche materna proporciona nutrientes esenciales que ayudan al bebé a conciliar el sueño más rápido y de manera más reparadora. Además, el acto de amamantar genera un espacio de seguridad y apego que favorece el descanso del bebé. Sin embargo, es importante entender que los despertares nocturnos no dependen exclusivamente de la lactancia; son parte de la fisiología natural del sueño.

Higiene del sueño: acompañando a las familias

Aunque el sueño infantil no se puede “entrenar”, sí es posible mejorar las condiciones para un descanso más reparador. Las estrategias de higiene del sueño son herramientas que permiten crear un ambiente favorable para dormir. Les dejo algunos consejos prácticos:

  • Ambiente adecuado: asegurarse de que la habitación esté oscura, silenciosa, ventilada, libre de mosquitos y con una temperatura entre 18 y 20 grados.
  • Rutinas relajantes: baños tibios, masajes, cuentos y música suave antes de dormir ayudan a preparar al bebé para el descanso.
  • No evitar siestas: las siestas son fundamentales para el desarrollo del niño y no deben ser eliminadas en un intento de “cansarlo”.
  • Evitar sobreabrigar: un exceso de ropa o un ambiente demasiado seco pueden generar incomodidad y aumentar los despertares.
  • Generar consistencia: establecer horarios y hábitos predecibles que favorezcan la seguridad del bebé.

Con cada familia se diseñan estrategias personalizadas para abordar el sueño infantil, siempre respetando el ritmo y las necesidades del niño. No existen recetas mágicas ni soluciones universales, pero el acompañamiento empático y profesional puede marcar una gran diferencia.

Como puericultora, siempre les recuerdo a las familias que esta etapa no es para siempre; es una fase que, aunque desafiante, se puede transitar con paciencia y apoyo. Los despertares nocturnos no son una señal de que algo está mal, sino una parte natural del desarrollo del niño. Este momento es una oportunidad para fortalecer el vínculo con nuestros hijos, enseñándoles que estamos ahí para ellos. Como dice el Dr. Carlos González, “El amor y la seguridad que brindamos a nuestros hijos en los primeros años son la mejor inversión que podemos hacer en su futuro”.

Les recomiendo el libro Dormir sin lágrimas de la Lic. Rosa Jové, que explora a fondo esta temática, aportando estrategias para acompañar el sueño infantil desde un enfoque respetuoso.

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