Hace unos días me crucé con un video de un economista español que arrancaba con la frase “no copiemos a Argentina a la hora de combatir la inflación”. Claro y al pie, comienza contando porque somos un ejemplo de lo que no hay que hacer.
Continúa explicando que a pesar del panorama internacional, lo que ocurre en Argentina tiene detrás, para sorpresa de muchos, razones locales. Por último, concluye que nuestro problema son las políticas monetaria y fiscal, las cuales ya llegaron a un extremo.
El discurso que tanto escuchamos es sencillo: La inflación es producto de la oferta , causada por la restricción global de acceso al petróleo y gas natural y los problemas en la cadena de suministro internacionales. Por esto el Estado y mejor dicho el Banco Central debe “protegernos” dándonos más dinero y más ayudas públicas para que compensemos el poder adquisitivo que hemos perdido con el alza de los precios.
No fue hace mucho, que el mismo presidente dijo “no hay dinero que alcance para poner en el bolsillo de la gente si cada vez que ponemos dinero, los precios siguen subiendo” ¿Podría ser, como muy bien explicó, que cuanto más se incrementa el gasto en nuestra economía (por la emisión), más se desboca la inflación? ¿Podría ser, que no hay forma que los precios dejen de subir si cada vez que los precios se van frenando, se pone dinero en el bolsillo de la gente, alimentando la subida de precios?
Este círculo de los “malos” y los “buenos” parece no tener fin y las consecuencias son cada vez peores, dejándonos con una inflación proyectada de entre el 80% y el 94%, bonos que valen menos que los de Ucrania (en guerra) y Sri Lanka (en medio de una revolución interna) y la brecha cambiaria más grande desde 1982.
En un país donde anuncios tenemos muchos, pero hechos muy pocos, las promesas ya quedan cortas. Tenemos conferencias sobre lo que se va a hacer y silencio sobre cómo se hará, un gobierno que se aferra al TC oficial en un país donde hasta la ONU recomienda a cambiar al blue, bonos que por más bajos que estén, nadie quiere comprar y la esperanza puesta en una nueva ministra.
Yo me pregunto si no se necesitará mucho más que un mesías para salir adelante. Me pregunto si nuestro problema más que económico no será político y sobre todo me pregunto cómo se puede resolver esta crisis de confianza.
Pilar Molina